
El interior es un auténtico laberinto de pasillos y no es nada difícil perderse. Las montañas que lo rodean y la climatología tan cambiante, con fuertes rachas de viento que a veces se asemejan a aullidos y tormentas de vez en cuando con el estruendo de los truenos, aportan un ambiente misterioso al edificio.
En una de las esquinas del colegio, en la tercera planta, ocupada normalmente por los educadores, vive un payaso colgado en la pared que, según mi opinión, contribuye a aumentar esa sensación de enigma, de misterio, de intriga.
Todos los días, varias veces al día, paso delante de él, miro esa sonrisa ligeramente siniestra que tiene y me quedo durante unos segundos pensativo, un tanto conmovido por su presencia.
Quien le conoce se habrá fijado en su vestimenta, repleta de detalles.
Si este ser pictórico tuviese vida y maliciosamente fuese cambiando algunos pormenores de su complicado atavío, retando la memoria visual de aquellos que osan fijarse en él, como es mi caso, y se diesen cuenta de que ayer el reloj marcaba las seis, y no las cinco como en la foto... sería para MORIRSE DE MIEDO.....